VIAJE A PIE
HISTORIAS APÓCRIFAS
VIAJE A PIE
HISTORIAS APÓCRIFAS
Cuando la Ficción se Atreve a Completar la Historia
Noviembre 2025
La Calle del Árbol
Por: Dieggo L. Martínez
La luna llena iluminaba la Calle del Árbol cuando trajeron a Inés de Hinojosa, envuelta en cadenas. El viento del altiplano azotaba su cabellera oscura mientras el verdugo preparaba la soga. A sus pies, su perro negro gemía con una tristeza que helaba la sangre.
La justicia del Rey no perdonaba y menos a una mujer que había manchado su honor con la sangre de dos esposos.
—¿Tenéis algo que decir? —le preguntaron.
Inés levantó la mirada. Sus ojos, que una vez brillaron de pasión, ahora ardían con furia.
—Maldigo esta tierra —susurró.
El verdugo jaló la soga. El cuerpo de Inés se balanceó bajo el árbol mientras el perro aullaba. La multitud se santiguó.
Durante días, el animal permaneció ahí, sin comer ni beber, hasta que la muerte lo reclamó también. Pero comenzaron a verla: una silueta que caminaba desde el árbol hacia la Catedral, seguida por una llama. Los tunjanos aprendieron a no transitar por esa calle cuando caía la noche.
Porque hay amores tan intensos que queman incluso después de la muerte. Y hay culpas que ni el infierno puede contener.
Octubre 2025
La Dama de Negro
Por: Dieggo L. Martínez
La cabeza de Olivier colgaba de las murallas de Nantes. Su esposa Juana contempló aquel horror desde la distancia. No derramó lágrimas, esas eran para quien aún creía en la justicia de los reyes.
Vendió todo. El castillo, las tierras, los tapices bordados con su blasón. Cada moneda se convirtió en madera, hierro y pólvora. Tres barcos. Negros como su luto. Velas rojas como la sangre que reclamaba.
—¿Está segura, mi señora? —preguntó el capitán, mirando el oro sobre la mesa.
Juana desenvainó la espada de su esposo.
—Busco barcos franceses y nobles ¿Tienes estómago para ello?
El hombre sonrió.
En el Canal de la Mancha, los marinos franceses aprendieron a temer las velas rojas en el horizonte. No había clemencia. No había rescate. Solo una mujer que empuñaba el acero.
Cuando capturaban a un noble, Juana entraba en la bodega. Cerraba la puerta tras de sí. Nadie preguntaba qué ocurría dentro. Todos lo sabían.
Felipe VI había ejecutado a un inocente, a su esposo. Ahora, el mar cobraba su deuda. Y Juana de Clisson era el cobrador.
Septiembre 2025
La Epidemia de Baile
Por: Dieggo L. Martínez
Era el amanecer del 5 de julio de 1518 cuando Margarita despertó con una inquietud extraña en los pies.
«Solo un pasito», se dijo y comenzó a moverse en la plaza del mercado de Estrasburgo. Los vendedores de verduras la miraron con curiosidad.
Para el mediodía, la señora Brunilda se había unido a la danza involuntaria.
—¿No es maravilloso? —susurró una joven.
Para la tarde, media ciudad de Estrasburgo danzaba en un trance colectivo. Los músicos llegaron con flautas y tambores, creyendo alimentar una celebración. La ciudad entera se había convertido en un gran salón de baile. Solo cuando amaneció se dieron cuenta: nadie recordaba cómo parar.
Días pasaron sin descanso, sin alimento, sin agua. Las primeras dos mujeres colapsaron y murieron. Las autoridades intentaron desesperadamente sujetar a los bailarines, atarlos, detener la locura, pero cuando el número llegó a cuatrocientas y casi todos terminaban muertos, el pánico se apoderó de Estrasburgo.
Las familias huyeron.
La ciudad se vació.
Cuando terminó la epidemia, había cobrado más de cien víctimas.
Agosto 2025
La Torre de Calaveras
Por: Dieggo L. Martínez
En 1561, cincuenta galeras españolas fondearon en la isla de Yerba. El Duque de Medinaceli creyó encontrar un refugio antes de marchar sobre Trípoli. La isla parecía dormida; el enemigo, ausente. Pero en las colinas, Yokdah aguardaba.
Al caer la tarde, tambores árabes rompieron el silencio. De las dunas surgieron jinetes berberiscos, cimitarras en alto. Los españoles, ebrios de confianza y vino, apenas alcanzaron sus armas. La playa se tiñó de sangre. Las galeras ardieron bajo el ataque otomano. No hubo retirada, solo muerte.
Al amanecer, treinta mil cuerpos yacían sobre la arena. Yokdah ordenó entonces una obra impía:
—Traed cal y argamasa.
Piedra tras piedra, cráneo tras cráneo, la Burj al-Rus se alzó frente al mar. Treinta y cuatro pies de altura, un anillo de calaveras y huesos mirando hacia la misma costa que había traído a sus dueños. Un faro de advertencia para cualquier cristiano.
Durante casi tres siglos, la torre resistió tormentas y soles implacables. En 1848 fue derribada y los restos recibieron sepultura.
Aún así, en noches de mar embravecido, los pescadores juran escuchar gritos y el golpeteo hueco de huesos que alguna vez formaron la torre… y que parecen reclamar venganza.
Julio 2025
La Bella Durmiente
Por: Dieggo L. Martínez
En Turville, la niña Ellen Sadler cerró los ojos una tarde de marzo de 1871… y no volvió a abrirlos durante nueve años.
Unos dolores de cabeza feroces, convulsiones y un último suspiro consciente la precipitaron a un sueño inquebrantable. Su madre, Mary, la alimentó gota a gota con leche, azúcar y vino de Oporto, mientras la niña permanecía inmóvil, ajena al murmullo de médicos, curiosos y periodistas que la bautizaron «La Bella Durmiente de Turville».
El tiempo se deslizó como sombra. Mary murió sin revelar qué secreto velaba cada noche y sus hermanas continuaron el extraño ritual de mantener viva a quien parecía no despertar jamás.
Hasta que, una mañana de mayo, sin trompetas ni milagros, Ellen abrió los ojos. Preguntó por su madre. Supo entonces que había perdido casi una década. Sus músculos, su vista y su niñez habían quedado atrapados en algún lugar donde el tiempo no existe.
Vivió, se casó, tuvo hijos. Pero quienes se atrevían a mirarla a los ojos decían ver allí un fulgor inquietante, como de quien recuerda paisajes que los vivos no conocen.
En 1911, Ellen murió sin contar lo que había visto. Y la «Cabaña del Sueño» sigue en pie, custodiando un misterio que nunca despertará.